(En español más abajo)
21/Sep/2014 – Augusto (4)
It was my first day in Necochea (my hometown) in four years. We had gone to the port with my brother Sebastian and his beautiful wife Vicky, my stepmom Cristina, my niece Catalina (6) and little Augusto. Now these two kids were everything I remembered about a typical child from Argentina: there were beautiful, cuddly, messy, witty and –most important quality– very funny. Watching Augusto was like watching my little brother as a kid again (and I have to say, having lived away from Necochea –and then from Argentina– for so many years, it was almost hard at first for me to see Sebastián like the adult he is now). Augusto is as ‘terrible’ as my brother was, but there is something about the things he does and says, and especially the way he says them, that just makes me laugh so hard…
As I was saying, we went to the port, and soon we were in the presence of dozens of sea lions basking in the sun, just at the point when the Quequén River meets the Atlantic Ocean. It was a pretty view, and those guys were frisky (mating season coming soon!), so there was a lot of noise… and a very bad smell. While Vicky and Catalina were running back to the car for cover, Augusto felt the need to excuse the sea lions for their terrible odour, and explained to me:
- They probably had a lot of fish for lunch, and now they’re burping all the time…
21/Sep/2014 – Augusto (4)
Era mi primer día en Necochea (mi ciudad natal) en cuatro años. Fuimos al puerto con mi hermano Sebastian y su hermosa esposa Vicky, my madrastra Cristina (‘madrastra’ siempre suena feo en español, de tantos cuentos, pero Cristina es muy buena y hace las mejores papas fritas del mundo), y mis sobrinitos Catalina (6) y Augusto. Estos dos chiquitos tienen todo lo que yo recordaba sobre el típico nene argentino: son hermosos, cariñosos, quilomberos, muy inteligentes, y –lo más importante– divertidísimos. Verlo a Augusto era como verlo a mi hermano de chiquito otra vez (y debo decir, al haber vivido tanto tiempo lejos de Necochea –y luego de Argentina–, se me hizo difícil al principio verlo a Sebastián como el adulto que es hoy). Augusto es tan ‘terrible’ como lo era mi hermano, pero hay algo en las cosas que hace y lo que dice, y especialmente en la forma en que las hace y dice, que me hace morir de la risa… Ese chiquito ‘me puede’.
Como decía, fuimos al puerto, y pronto nos encontramos con docenas de lobos marinos (también llamados leones marinos o çréase o no, otarios) que se asoleaban, justo en la desembocadura del río Quequén en el Océano Atlántico. Era una vista muy linda, y los lobos marinos estaban un poquito alterados (se viene la temporada de apareo!), así que había mucho ruido… y un olor que ‘mataba’. Mientras Vicky y Catalina salían disparando para el auto para cubrirse del olor, Augusto sintió la necesidad de disculpar a los bichos por semejante falta de higiene, y me explicó:
- Lo que pasa es que seguro que almorzaron mucho pescado, y ahora se la pasan eructando…
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Sounds like a perfectly logical explanation to me! :D
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