Silly Monkey Stories #217 – Two thumbs up

(En español más abajo)

 

Santiago (17), Carolina (16), Juan (14) and Florencia (9)

 

This happens so often that I’m amazed I haven’t talked about it yet. My kids, like everybody in the Almada family, watch TV a lot. And also like most Almadas, they have a great memory, so it’s not unusual for them to be able to quote a scene with 100% accuracy or to remember a song after having listened to it twice.

 

I remember that when we first moved to North America, Gaby and the kids stayed at my brother’s place in Virginia while I was here looking for a job. There, they had very little to do during the day, so they would watch TV a lot (something we encouraged so they would learn English as they went). We had two movies on VHS and they would watch them every day: Lion King and Chicken Run. So it was no surprise that a couple weeks later they would know every song and later on, every dialog.

 

But not the situation has gotten out of control. All it takes is for us to make an innocent comment during –let’s say– supper, for one of them to match it to one of those movies everybody saw and then go on a perfect re-enactment of that scene, each one playing a different character, while me and Gaby look at each other in disbelief. It’s as incredible as unsettling.

 

 

Santiago (17), Carolina (16), Juan (14) y Florencia (9)

 

Esto pasa tan seguido que me sorprende que no lo haya mencionado aún. Mis hijos, como buenos Almadas, miran mucha TV. También como buenos Almadas que son, tienen muy buena memoria, así que no es inusual verlos citar una escena con 100% de perfección o que recuerden una canción luego de haberla escuchado sólo dos veces.

 

Recuerdo que cuando nos mudamos a Norte América, Gaby y los chicos se quedaron en la casa de mi hermano en Virginia mientras yo buscaba trabajo aquí. Ellos tenían muy poco para hacer durante el día, así que miraban mucha TV (algo que fomentábamos para que fueran aprendiendo inglés sin darse cuenta). Teníamos dos películas en VHS y las miraban todos los días: El Rey León y Fuga de pollitos. No sorprendió a nadie que al poco tiempo se supieran todas las canciones y poco después, todos los diálogos.

 

Pero ahora se nos fue el asunto de las manos. Sólo hace falta que hagamos un comentario inocente durante –digamos– la cena, para que uno de ellos lo vincule a una de esas películas que todos vieron y ahí saltan a una reconstrucción perfecta de toda la escena, con cada uno tomando un personaje distinto, mientras Gaby y yo nos miramos con una mezcla de asombro e incredulidad.

 

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