I was about five, six years old when we were living in the old house on 70 street in my hometown Necochea. I loved that place, and I still remember every detail of it, including the furniture.
One of the best things my house had was that it was pretty much around the corner from my school (my beloved Institute Humboldt). I would only need to walk three blocks to get there, and with the little traffic we had in my neighbourhood, crossing the street was not difficult or dangerous, even for a six year old boy.
But there were other dangers.
Just half a block away from the school, there was a family (the Marquez) who had three kids who were pretty much our age. For whatever reason, these kids hated both me and my brother. And they would show that by beating me up every time the saw me. That would cause me to take longer, more complicated walks to and from school... But I couldn't avoid them all the time, Necochea was still a small town back then.
I never understood why they hated us with such intensity, I don't think we had never done anything to provoke them. The interesting thing, and this might be why this qualifies as a Silly Monkey story, is that not only these kids were slightly younger than me (and thus much younger than my brother), but they were also smaller in size. But we were such cowards, that we wouldn't dare to put an end to such ridiculous bullying.
Even worse, we would meet these kids at the local theatre on Sundays, where we used to go along with my cousins (both older than me). That would be a 4 versus 3 scenario and we would still froze in their presence. They would insult us, throw stuff at us and even put chewing gum in our hair, and we would just take it. Why we never stood for ourselves, I would never know. But I do remember that we were quite dumb.
Last year I wrote about my daughter Carolina being bullied and how she had put an end to the situation by confronting the three stupid boys face to face. I guess she has more courage on the nail of her pinkie toe than the four of us put together.
Tenía cinco o seis años cuando vivía en la vieja casa de la calle 70 en mi ciudad natal, Necochea. Amaba ese lugar, y aún recuerdo cada detalle de esa casa, incluyendo los muebles que teníamos.
Una de las mejores ventajas de vivir allí era la cercanía con mi escuela (mi querido Instituto Humboldt), estaba casi ‘a la vuelta’. Sólo tenía que caminar tres cuadras para llegar, y con el poco tráfico que había en mi vencindario, cruzar la calle no era ni difícil ni muy peligroso, ni siquiera para un chico de seis años.
Pero había otros peligros.
A sólo media cuadra de la escuela vivía una familia (los Márquez) que tenían tres chicos que eran más o menos de nuestra edad. Por la razón que fuere, esos chicos nos odiaban tanto a mí como a mi hermano. Me lo hacían saber ‘fajándome’ cada vez que me tenían a mano. Eso causaba que yo eligiera rutas más largas y complicadas para ir y volver de la escuela… pero no podía evitarlos todo el tiempo, Necochea era todavía un pueblo chico.
Nunca entendí por qué nos despreciaban con tal intensidad, ni creí haber hecho nada para haberlos provocado. Lo interesante, y ésta debe ser la razón por la cual puedo poner esta historia entre mis posts de ‘Silly Monkey Stories’, es que no sólo estos chicos eran más chicos que yo (y por ende que mi hermano) de edad, sino que también eran bien chiquitos de tamaño. Pero nosotros éramos tan cagones enemigos de la violencia que no nos animamos nunca a ponerle un fin a tan ridículo caso de ‘bullying’.
Peor aún era cuando nos encontrábamos con estos chicos en el cinle local los domingos, cuando íbamos con nuestros primos (ambos mayores que yo). En este caso, éramos 4 vs 3 y de todos modos nos congelábamos en su presencia. Ellos nos insultaban, nos tiraban cosas y hasta nos ponían chicles en el pelo, y nosotros ni pío. Por qué nunca nos defendimos como corresponde, nunca lo sabré. Pero sí recuerdo que éramos banstante pavotes, eso tiene que haber influido.
El año pasado yo había escrito sobre mi hija Carolina, de cómo ella también había sido la víctima de tres o cuatro bullies, y de cómo ella solita había puesto un fin al asunto enfrentándose a los pequeños idiotas cara a cara. Se ve que mi chica tiene más huev coraje en la uña de su dedo meñique del pie que el que mi hermano, mis primos y yo teníamos, todos juntos, hace unos 40 años…
eran más grandes que nosotros...
ReplyDeletemucho más grandes, y eran como veinte
I've never been in that situation and I hope my children never will be either. So glad your daughter can take care of herself. :)
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