(En español más abajo)
27/Mar/2010 – Alejandro (7)
I went to a ‘Stag and Doe’ last Saturday –as I mentioned yesterday– organized to raise funds for the wedding of the daughter of some very dear friends. We had a wonderful time among good friends, and we also took part of the different games that were offered. When I went to play ‘Hearts and Anchors’ I found that the bride-to-be’s little brother –also my future son-in-law-, Alejandro (aka) Chichi was there. We hugged, as we hadn’t seen each other for a while (he used to come home everyday before he started Grade 1), and then we started to play, with me betting and him running the wheel.
I bet about $5 and I lost right away, because Chichi insisted in making every symbol win but the one I was betting on. Already desperate, I tried to make him feel like he owed me something:
- C’mon, Chichi, help me out here. You’re going to marry my daughter, after all!
Bue he wouldn’t even listen to me. Once I had lost all my money, I decided to bet by placing my credit card on top of the mat, a little because I’m a clown, but also just to see what he would do. His answer stupefied me:
- You can’t play with that, Gabriel
- But Chichi, I have no more money!
- OK, go to the lobby (the party was at a hotel). You will find an ATM there; get some money and change it for coins at the door
- (I cannot believe what I’ve just heard) So I can’t play with this –the card– ? It’s almost as good as cash!
- No, it has to be real money.
- OK, then, here you go (and I placed a bet with a dime)
Alejandro looked at me and said:
- Minimum bet is one dollar...
I left with my tail between my legs, overwhelmed by the sheer logic of a seven year old boy.
27/Mar/2010 – Alejandro (7)
El sábado pasado estuve –como conté ayer– en un ‘Stag and Doe’ organizado para juntar fondos para el matrimonio de la hija de unos amigos muy queridos. Pasamos un rato muy ameno con buenos amigos y también tomamos parte de los distintos juegos que habían disponibles. Cuando me fui a jugar al ‘Hearts and Anchors’ me encontré con que estaba el hermano menor de la novia -y mi futuro yerno-, Alejandro (alias) Chichi. Nos abrazamos, porque hacía mucho que no lo veíamos (el solía venir a casa todos los días cuando aún no iba a la escuela), y luego nos pusimos a jugar, yo apostando y él a cargo de la rueda giratoria.
Jugué unos $5 y los perdí enseguida, porque el Chichi se empecinaba en hacer caer cualquier símbolo excepto aquél al que había apostado. Perdido por perdido, decidí apelar al sentimentalismo barato y lo chantajeé:
- Vamos, Chichi, ayudame un poco. Te vas a casar con mi hija, después de todo!
Pero el tipo, como si nada. Una vez que perdí todo mi dinero, decidí apostar con mi tarjeta de crédito, un poco de payaso que soy y otro poco para ver qué hacía. Me dejó pasmado con su reacción:
- No puedes jugar con eso, Gabriel
- Pero Chichi, no tengo más plata!
- Bueno, te vas al lobby (la fiesta era en un hotel). Allí hay un ATM (cajero automático); sacas dinero y lo cambias por monedas en la puerta
- (Sin poder creer lo que escucho) Y con esto –la tarjeta– no puedo jugar? Es casi lo mismo que el dinero!
- NO, tiene que ser plata de verdad.
- OK, bueno, aquí tenés (y le aposté con una moneda de 10 centavos).
Alejandro me miró y me dijo:
- No. El mínimo es un dólar...
Me fui con el rabo entre las patas, completamente abrumado por la lógica de un niño de siete años de edad...
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