Silly Monkey Stories #49 – This piece of garbage

 

 1977 – Martín (6)

 

I have already talked about the weekends we would spend with my Dad when we were kids (here or here). We would just walk at first, and then, once my father could buy a car, we would go in the car. The first car my father bought was, in spite of his very precarious situation, a… Mercedes Benz! There was a trick, of course: it was a 1955 Mercedes Benz. A very old one, with lots of kilometres and in serious need of some work, but it still worked. That way, we moved from walking 5 km from my place to Dad’s every weekend, to just go on the ‘Mercho’ for a ride. Dad was very proud of his car, but we have to agree that it was closer to the junk yard than to the Automobile Museum. :-)

 

I remember that we liked to go on the winding dirt roads of the huge “Miguel Lillo” Park (a forest with more than a million pine trees, just outside Necochea, and by the sea). During the winter, the combination of lack of maintenance and intense winds coming from the coast, the access road was always covered in sand. Many times we saw cars completely stuck in there, with people pushing in the back… and sometimes it was us who were stuck. One day, we were driving around when we saw a sand bank with a width of about 20 metres. It was a scaring view, because let’s be honest, none of us had any confidence on our car’s ability to sort this obstacle.

 

- No chance in hell we’re going through, said my brother Guillermo, who was about 13 years old back then.

- Do you think we should try to cross it?, asked my father, knowing that he would have three sets of young arms to push should anything fail.

- Sure!!!, I said, always irresponsible. And my father went ahead…

 

After some 10 seconds in which it felt like the car was suspended, we found ourselves on the other side of the ‘sea of sand’, having crossed it without any problems.

 

We were all celebrating such a victory, when the voice of the until then quiet Martín was heard, observing with wisdom but destroying my father’s pride at the same time:

 

- It turned out to be strong, this piece of garbage!!! 

 

It looked pretty much like this one, but it was white… and older.

Se parecía a éste, pero era blanco… y mucho más viejo.

 

 

 1977 –  Martin (6)

 

He contado anteriormente cómo salíamos a pasear con mi padre los fines de semana cuando éramos chicos (aquí y aquí). Al principio, las salidas las hacíamos caminando, y más adelante, en auto, una vez que mi papá pudo comprarse uno. El primer auto que mi padre compró, a pesar de que estaba tan mal de dinero, fue un… Mercedes Benz! Claro que había un truco: el auto era del año 1955. Era un modelo muy viejo, con muchísimos kilómetros y en necesidad de mucho trabajo, pero andaba bien. Así que pasamos de caminar 5 km de mi casa a lo de mi padre todos los fines de semanas, a dar vueltas en el ‘Mercho’. Mi papá estaba muy orgulloso de su autito, pero convengamos que estaba más cerca del depósito de chatarra que del Museo del Automóvil… :-)

 

Recuerdo que siempre nos gustaba internarnos por las sinuosas calles de tierra del enorme Parque “Miguel Lillo” (un bosque con más de un millón de pinos y otras coníferas que está justo en las afueras de Necochea, al lado del mar). En invierno, con la falta de mantenimiento y los intensos vientos de la costa, el camino que bordeaba el mar estaba siempre cubierto de arena. Muchas veces vimos autos encajados y gente empujando, tratando de sacarlo de la trampa… y algunas veces nos tocó a nosotros. Un día, circulábamos por allí con mi Papá cuando nos topamos con un banco de arena de unos 20 metros de ancho. Era una visión atemorizadora, porque convengamos que ninguno de los cuatro ocupantesa tenía mucha confianza en la habilidad del auto de sortear este obstáculo.

 

- No pasamos ni por casualidad, arriesgó mi hermano Guillermo, que tenía unos 13 años por entonces.

- Les parece que intentemos?, propuso mi padre, sabiendo que tenía tres pares de jóvenes brazos para empujar si todo fallaba.

- Dale!!!, dije yo, con la inconsciencia de siempre. Y mi papá se mandó…

 

Luego de unos 10 segundos en los que pareció que el auto estaba suspendido en el aire, nos encontramos del otro lado del ‘charco’ de arena, habiendo cruzado sin ningún inconveniente.

 

Estábamos todos celebrando tamaña victoria, cuando se escuchó la voz del hasta entonces quieto Martín, que observó con sabiduría, pero al mismo tiempo lapidario:

 

- Tiene fuerza, la porquería!!!

 

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